(PDF) Cuando el dolor se vuelve tabú: ¿Cómo manejar el duelo infantil?


      Pienso que todo terapeuta recuerda a su primer paciente. Quizá se confunda de nombre, puede que el diálogo se torne con el tiempo difuso, pero existe definitivamente una connotación de ternura en el recuerdo, un cariño especial por aquella primera conexión. En mi caso, mi inauguración como psicólogo fue con un niño de 8 años. Fue en un hospital público, de esos abarrotados de pacientes que esperan su turno por horas. Y cuando el historial llegó a mis manos, el motivo de consulta era claro y directo: “Dificultades de aprendizaje. La docente refiere se muestra distraído en clase”. Nada más. En aquellos tiempos me sorprendía como resumían a una persona en una frase y, mientras más corto fuese el veredicto, más orgullosos se mostraban de ello.
     El punto es que de un momento a otro lo tenía en frente. Tímido, de sonrisa nerviosa, con un peinado de lado y un atuendo limpio y bien abotonado, evidentemente elegidos por la madre para causar buena impresión. Al rato de conversar un poco de cualquier cosa, y explorando en sus pocas palabras sobre sus tiempos libres e intereses, nombra a su padre en un recuerdo banal sobre un acontecimiento en su familia. Le pregunté sobre él, a propósito, porque sabía la respuesta. Y no respondió. Bajó la cabeza, y se hizo el silencio en la habitación. “¿Qué pasa?”, pregunté. Y cuando subió el rostro, su voz se quebró y sus ojos se inundaron de lágrimas. “Se murió”, me dijo, como obligado a pronunciar esas palabras. Y no dijo nada más por un rato. Simplemente sollozó y no pude evitar rodearlo con mis brazos.
      Lo anterior parece una escena típica de un niño que pierde a su padre recientemente, sin embargo, su padre había muerto desde hacía más de dos años. No era una noticia reciente, pero el solo comunicarla, el solo hecho de verbalizar su muerte, hizo que su emoción rompiera resistencias y su cuerpo reaccionara a ella. “Mi mamá y yo no hablamos de eso porque dice que cuando lloro, no lo dejo descansar en paz”. Aquello lo explicaba todo. Y allí estaba él, abriendo su alma a un extraño, pero no a su madre, quien le negó la oportunidad de hacerlo.
      Después de aquella consulta, me encontré con que el manejo del tema de la muerte con los niños es una tarea difícil para la mayoría de los cuidadores principales. La madre de mi paciente eligió, “para protegerlo”, no hablar de ello con él. Sentía que tocar el tema era alargar el trauma, que el llanto le hacía mal a su hijo, y llevada por esa desesperación, escondió todas las fotos de su difunto esposo, ocultó todas sus lágrimas y, con ellas, toda mención de su existencia. En realidad, aquello dejó desprovisto a su hijo de recursos para lidiar con la ausencia de su padre, y sumado a esto le incluye una creencia irracional más: que llorar empeoraba la situación de su padre fallecido.
     La actitud de la madre es más común de lo que se cree. La pregunta es: ¿cómo tratar entonces el tema de la muerte con un niño? Bueno, primero empezando con el hecho de que es recomendable tratarlo. En nuestra sociedad occidental hablar de la muerte es casi de mal gusto. El tema se evita, se tapa, se oculta y se aleja, como si morir fuera en realidad una equivocación o un error que no tiene por qué pasar o pasarnos, en vez de tomarlo como lo que es: un hecho natural de la vida. Y en el caso de los niños, se vuelve más complicado el asunto, puesto que todos los adultos (y mucho más si eres padre) sentimos la necesidad imperiosa de proteger a los niños del dolor y del sufrimiento que supone perder a un ser querido. Es como si, por resultarnos insoportable su dolor, quisiéramos fingir que no ha pasado nada, negamos, racionalizamos lo que sucede con el fin de evitar lo que tanto tememos: al niño y su dolor.
     Los niños, al igual que los adultos, necesitan vivir su duelo. Y entendemos por duelo el proceso que hace referencia a las reacciones psicológicas, físicas y sociales normales y esperables que se experimentan tras una pérdida. El duelo es un proceso normal, no una enfermedad, y aunque puede compartir alguna sintomatología con los trastornos depresivos o de ansiedad, no podemos hablar de depresión, sino de reacciones psicológicas del duelo. La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de muerte, la intensidad del vínculo con el fallecido, el tipo de relación con la persona perdida, la edad, etc. Pero lo cierto es que es esperable, a cualquier edad, y es también un proceso sano.
      Para entender mejor el proceso de duelo infantil, es conveniente aclarar ciertas creencias erróneas que existen alrededor de él:
  • Los niños no entienden lo que está pasando. En parte puede que no entiendan, dependiendo de la edad, conceptos tan abstractos como la eternidad y la irreversibilidad de la muerte, sin embargo las investigaciones y la experiencia clínica ha demostrado que los niños son capaces de darse cuenta de los cambios que suceden a su alrededor tras la muerte de una persona significativa para ellos. Es más, las vivencias de pérdida suele afectar más a los niños que a los mayores, ya que inciden en un ser todavía en construcción, cuyas defensas, capacidades cognitivas, soporte emocional y estrategias de afrontamiento están todavía en desarrollo. En realidad, pensar que no lo entienden es suponer que no les afecta igual, y esto produce tranquilidad en el adulto. Después de todo, a nosotros mismos nos cuesta elaborar el concepto de la muerte.
  • Es mejor evitarles el dolor. Esto es lo que motivó a la madre de mi paciente ha soslayar totalmente el tema. En este afán se aparta al niño de la experiencia familiar de duelo. Los niños necesitan comprender y darle un significado a la pérdida, así como también que se les incluya en el proceso de duelo familiar. Es delicado esta exclusión porque los menores pueden sentirlo como un abandono, o sentirse incomprendidos en su dolor. Ellos necesitan información, un espacio donde expresar sus dudas y sus emociones. Es el momento en que más nos necesitan.
  • Si me ve llorando es peor para él. En realidad, es peor para él que se trate de hacer como si el asunto no afectara. Quizá evitar que presencie crisis de llanto al principio es recomendable, pero compartir la tristeza y el abrazo, es sano para todos.
  • Acudir a los funerales es perjudicial para los niños. Esta creencia incluso es mantenida por algunos profesionales que, dejados llevar por algunos traumas tempranos, alimentan esta creencia. Hoy sabemos que, a partir de los seis o siete años, la incorporación de los niños a los ritos funerarios puede ser muy beneficiosa, porque implica incorporarles e incluirles nuevamente en la familia, así como ofrecerles la oportunidad de recibir el abrazo y el apoyo social, si ellos lo desean. Además, ellos también pueden querer decir adiós. Los ritos sirven para eso: para elaborar el duelo y simbolizar la pérdida de una manera culturalmente aceptada.
     En terapia, traté en lo posible de crear un espacio para que mi paciente pudiese expresar todas sus dudas y emociones acerca de su padre. Nos encontramos con algunos pensamientos importantes, y comprendimos juntos el significado real de la muerte. Su sentimiento de culpa quizá fue lo más evidente, no solamente por no haber estado allí para su padre cuando más lo necesitaba, sino por sentir el dolor y pensar que con sentirlo le hacía daño a su madre… y su padre fallecido.
      A su madre le tocó vivir el duelo que llevaba arrastrando dentro de ella, y en una tarea ardua, ser la guía que su hijo necesitaba. Con ellos no solamente viví la primera experiencia terapéutica, sino que aprendí que la manera en que manejas tu propio dolor, influye en la forma en que llevas el proceso terapéutico y, en el caso de ella, interviene en cómo lidias con el dolor de tu hijo. Y cuando en una de las sesiones él me llega con la noticia de que su madre había desempolvado el álbum de fotos familiares y había reído con algunas anécdotas acerca de su padre, supe que algo bueno habíamos hecho.
      Para todo aquel que quiera aprender más sobre el tema y adquirir también algunas herramientas para manejar el duelo infantil por edades y situaciones, aquí les dejo un manual ilustrativo muy completo. Espero los disfruten.



Autor
   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario