“Es nuestro
tarea que nos acepten en estas instituciones, somos nosotros quienes debemos
dar apertura, no ellos a nosotros. ¿Cómo lo logramos? Somos ciencia, pues demos
ciencia”
Estas fueron las palabras exactas y
maravillosas de uno de los docentes que me acompañaron durante mi formación
académica, esos que dejan una huella imborrable. Esas palabras fueron expuestas
para describir el rol del psicólogo dentro de las instituciones hospitalarias,
siendo un gran debate en la clase de ese día. Muchos expusimos el temor que sentíamos
al llegar a estos centros, pues el recibimiento era un poco cerrado, principalmente
por los diversos especialistas que allí laboran, cuidaban con cierto recelo su
trabajo, sus comportamientos no eran algo tan fuera de lugar para ese entonces,
provenía de la concepción que siempre hemos tenido de los mismos centros.
Los Hospitales suelen ser centros de
referencia para el tratamiento de los problemas de salud; es allí donde se
presenta la primera dificultad para la Psicología en el ámbito hospitalario, ya
que en ninguna de estas instituciones se ha concebido desde su organización, la
presencia de servicios de Psicología, por lo tanto, en el mejor de los casos, somos
percibidos como otro especialista, con el cual a veces, o en situaciones
extremas se puede contar, pero que no es imprescindible para resolver o
garantizar las principales problemáticas presentadas en la institución.
Desconociendo a la vez, que sus instalaciones abarcan áreas de población para
las cuales representan un escenario de respuestas emocionales, que van desde la
pérdida de un familiar o ser querido, elevados niveles de estrés ante el
desconocimiento de la situación del paciente hospitalizado y la detección de
condiciones o enfermedades crónicas. Es por ello, que se debe considerar tomar
el fenómeno de hospitalización como un espacio clave para la intervención del paciente con su historia de vida,
abordando los derivados en salud de un sistema inmunológico comprometido y de
un desajuste emocional.
Para ser más precisa, el paciente frente al
proceso de hospitalización expone diversas respuestas de contenido emocional
que de no ser atendidas, incrementa las necesidades en esté y complica la
adecuada adherencia al tratamiento. Estos casos suelen estar asociados, al
hecho que representa enfrentar cambios en sus tareas habituales, ya que supone
salir de lo cotidiano, someterse a situaciones donde un grupo de desconocidos
decidan todo en relación a su enfermedad, debilitando así su autonomía. Si bien
cada persona vive de manera particular su propio proceso de hospitalización,
hubo ciertos comportamientos y pensamientos que compartían la mayoría de estas
personas en esta situación:
·
Preocupación: El estar en una institución
hospitalaria es sinónimo de gravedad, para muchos representa un gran temor en
cuanto a su destino, el cual se encuentra en manos de terceros. Aunado a esto, tenemos
la terminología médica que usan para hablar de su estado de salud en cada
revisión, es una situación que resulta incómodo por el hecho de que se habla
del paciente, pero no con él, ante el desconocimiento que todo esto le resulta,
hace que su preocupación se incremente aún más.
·
Aislado: Esto en relación a sus
familiares y demás seres queridos, dentro de estas instituciones su cercanía
con estos es muy poca, en ocasiones ni se logran ver (depende de la condición
del paciente), estos deben someterse a visitas regulares y supervisadas. Este
mismo pensamiento acompaña al paciente en su estado de salud, pues siente que
es excluido de su propia recuperación, el equipo de salud y familiares son los
que están a cargo de todo su proceso.
·
Incomodidad: La persona pasa a compartir parte de su intimidad con
otros (compañeros de habitación y equipo de salud), esto incluye ciertos
hábitos y rituales que se manejan en la comodidad de nuestro hogar. Al igual
que la valoración médica, allí el paciente se siente completamente expuesto,
pues debe someterse a la observación detallada de todo el equipo de salud, el
paciente percibe todo esto como un experimento donde él es el objeto de
experimentación.
Tomo oportuno señalar, que si bien son características
bastante significativas de este proceso hospitalario, estas varían según la condición
de cada paciente, pues en unos casos estas se incrementan aún más, debido a su estado de salud grave, su condición económica y ausencia de apoyo familiar y social. Todo
lo anterior resulta importante para lograr una adecuada adherencia al
tratamiento.
Es así, como cada experiencia, cada paciente,
cada familiar, cada especialista quien actuó como guía durante mi estadía en
este centro, me hicieron ocupar mi verdadero lugar dentro de la institución
hospitalaria, caracterizado por presentarme como acompañante terapéutica
(Paciente – Familiar), para la construcción de espacios de reflexión mediante
la Psicoeducación, donde el paciente logrará asumir la relación de
responsabilidad respecto a su situación, es decir, generar en el paciente la
conciencia de enfermedad y como estratega ante la reacción de cada persona ante
la misma enfermedad o proceso de hospitalización, trabajando en base a la comorbilidad
a diagnósticos en salud mental y su incidencia en el sistema inmunológico,
logrando establecer como fin una adecuada adherencia al tratamiento.
Si te interesa esta rama de la Psicología, aquí te dejamos una guía practica sobre todo aquello que debe manejar un psicólogo en su prácticas hospitalarias.
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Referencias
Bibliográficas
Zas,
B. (2011). Experiencias en Psicología Hospitalaria.
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