“Porque soy tu mamá/papá y punto”, “no me importa lo que pienses”, “esta es la primera y última vez que te lo digo”. Estas son algunas de las frases que son comunes en los padres con crianza autoritaria. Y aunque la sociedad exalte de forma positiva algunos de los atributos de este estilo parental, las consecuencias en el desarrollo socioemocional son, en muchas ocasiones, negativas.
No es muy difícil imaginar cómo es un padre autoritario. Quizás porque en nuestra niñez tuvimos alguno, o porque tal vez, sin darnos cuenta, es en lo que nos hemos convertido tratando de poner orden en casa. Diana Baumrind desarrolla la teoría de los estilos parentales y llama este tipo de padre “el padre estricto”, aquel que cumple con dos principios básicos en su crianza: el de imponer, y el de exigir. Impone las normas, porque la disciplina es lo más importante en casa; la obediencia se vuelve la virtud principal que busca instaurar en su hijo, aunque alguna de sus órdenes carezca de sentido para este último. Y al mismo tiempo, exige que sus mandatos sean cumplidos, así tenga que recurrir a los gritos o al castigo físico para que así sea.
¡Ojo! No necesariamente el padre autoritario maltrata físicamente, aunque definitivamente es quien más probabilidad tiene de hacerlo. Lo que si es cierto, es que la independencia de su hijo es escasa, siendo las necesidades de este último opacadas por las demandas del progenitor. Este estilo autoritario puede caer en un error frecuente: los castigos los usa de forma exagerada, desordenada, y más como una afirmación de su poder que como método de enseñanza. Esto quiere decir que el castigo impuesto puede ser excesivo comparado con la falta de su hijo, a veces incluso impulsivo, pero sobretodo que lo que intenta demostrar es que él tiene el control en casa como padre/madre, más que buscar proponer soluciones u orientar al hijo a desarrollar conductas más adecuadas.
Lo anterior crea un abismo emocional entre padre-hijo. La comunicación es pobre, y esto no es difícil de deducir, puesto que cualquiera que sea recriminado por sus conductas se puede cohibir a exponer sus pensamientos y emociones. Es común la escena del padre exigiéndole confianza al hijo cuando esta confianza nunca fue trabajada, sino más bien coartada.
Esta conducta imperativa es, en muchas ocasiones, alabada por la sociedad, con el pensamiento de que “un golpe a tiempo es necesario”. Algunos padres incluso no pueden imaginar otra forma correctiva más “eficaz” que un regaño. Tanto tiempo se gasta en corregir la conducta, que no existen halagos para el niño o adolescente, o en tal caso son muy escasos.
Los hijos de padres autoritarios
A pesar de la creencia popular de que un padre estricto es necesario y trae consecuencias favorables en la conducta futura de los hijos, las investigaciones han mostrado que los padres autoritarios, al ser menos sensibles a las necesidades de sus hijos, provoca en estos últimos la sensación de que sus emociones y opiniones no importan. A su vez, los niños pueden tener menos competencia social, porque los padres por lo general le dicen al niño lo que debe hacer en lugar de permitir que el niño elija por sí mismo o sí misma.
María Jesús Jiménez (2010), resumiendo las investigaciones hechas sobre el tema, afirma que en los hijos de padres autoritarios prevalece la timidez, siendo estos apocados, irritables y con poca interacción social. Suma que carecen de espontaneidad y de locus de control interno, y tienen más probabilidades de poseer una mayor inadaptación personal y social. Según el sexo, los niños varones pueden volverse rebeldes y agresivos, especialmente al llegar a la adolescencia, mientras que las niñas tienden a ser pasivas y dependientes.
Existe además una característica importante que subraya la autora, que es que la moral de estos individuos criados por un estilo autoritario, desarrollan una moral heterónoma, es decir, que realizan las acciones esperadas solamente por escapar del castigo, y no porque entiendan lo beneficios que pueda traer seguir las normas.
Se puede decir entonces, que si bien es importante establecer normas y fomentar la disciplina en casa, la forma en que se lleve a cabo es fundamental en el desarrollo de la personalidad de los hijos. Si se realiza de forma autoritaria, los resultados probablemente no serán los esperados a pesar de las buenas intenciones. Si en medio de la formación de los hijos se deja de lado la comprensión, la aceptación, la comunicación afectiva, las palabras de aliento, la confianza, y la negociación, entonces sería el momento propicio para reflexionar sobre esta crianza, y rescatar por medio del amor los valores necesarios para el crecimiento personal.
Autor
Referencias
Jimenez, M. (2010). Estilos Educativos Parentales y su implicación en diferentes trastornos.
Rodriguez, M. (2003). Pronto seremos tres: la aventura de ser padres por primera vez. Editorial Parramon.
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